El primer... día.


Comenzar nunca ha sido fácil para nadie.

"A partir de mañana salgo a correr"
"A partir de mañana dejo de fumar"
"A partir de mañana seré célibe"
"A partir de mañana comeré sano"
"A partir de mañana no mentiré más"
"A dios pongo por testigo que a partir de mañana, las celebraciones serán solo con agua"

A partir de mañana, escribiré... 

Cuantas veces a lo largo de los años me he repetido esa misma frase. Demasiadas. Tantas, que al final ni siquiera importaban esa cantidad de hojas manuscritas que tenía adornando mi escritorio. Total, ya las usaré cuando me ponga en serio a crear magia. ¿Os suena? Ir arrinconando las ideas y a esos pensamientos que te ruegan al oído porque les des vida. Porque les cedas el espacio suficiente para que puedan nacer y ser algo más que garabatos escondidos al fondo de un cajón.


¿Pereza? ¿Miedo? ¿Cuál de las dos es más fuerte? Creo que todos los escritores nos hemos repetido mil veces la famosa frase de "Ya tendré tiempo..." mientras el reloj sigue cantando con su mirada indulgente. Olvidamos que a veces no hay tiempo, que cuando nos queremos dar cuenta, hemos hecho mil cosas con nuestra vida. Mil cosas salvo una, escribir. Apartamos de nuestros pensamientos esa molesta vocecita que clama por ganar nuestra atención y que nos sentemos frente a una página en blanco. ¿Miedo o pereza? Cada cual escoge la que menos le avergüence, pero ambas son igual de dañinas.



Mil veces he leído el mayor consejo que les dan a los escritores, hagas lo que hagas, escribe. Quise ser escritor desde los nueve años, es a los treinta y cuatro cuando tuve el valor para acabar mi primera novela seria. Así que mi consejo no es que escribas, si no que no empieces mañana...

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