He conocido reyes y plebeyos. A ricos y pobres. No son pocos los que han sentido mi caricia ansiosos por que les tomase y tampoco son pocos, a los que he tenido que forzar contra su voluntad.
Tengo un hambre que nunca se sacia. Un corazón tan sensible que siente el dolor del mundo entero y unos pensamientos que nunca perdonan. En mi curiosidad, a veces tomo al novio amante a escondidas de su prometida. Otras veces, solo miro como se aman sin involucrarme. Sin que me descubran. Sabiendo que tarde o temprano, destruiré su felicidad.
A veces juego a asustar y otras, ayudo a sobrevivir. Soy lo que soy y no puedo remediarlo. Disfruto cada segundo como si la eternidad fuese insuficiente para mí. Sé mucho sobre la vida, aunque nunca lo bastante como para que alguien no me sorprenda. Es en los momentos cuando tememos perderla, que la gente se hace grande. Que viven por primera vez al límite de sus posibilidades y se descubren a si mismos como lo que son. Héroes y villanos, víctimas o verdugos.
Me encanta. Es lo único que me hace sentirme bien. Lo que me obliga a levantarme a las mañanas llena de energía dispuesta a enfrentarme a las peores caras de la política, las guerras o lo que haga falta por cumplir mi cometido.
Soy ardiente y fogosa. Nunca me canso de tejer hilos en los que abarco el destino del mundo en mis manos. Nunca cuento con los planes de nadie, pues mi voluntad es la primera y la única que importa. Mi sino y mis deseos es lo que vale. El resto… el resto son nimiedades que el tiempo convierte en polvo cuando las destruyo.
Tú también serás mi amante, no me importa tu sexo ni tu religión. No me importa tu edad o tu temperamento. Tus ejércitos o tu dinero. No me importa si estás de acuerdo conmigo o si me rechazas. Ni siquiera si intentas engañarme. Yo soy la muerte y nada me detiene.
Creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero por si acaso, lo repito: Felicidades.
ResponderEliminarMe encanta como escribes.