No llevo capa ni los calzoncillos por fuera. No puedo mover cosas con la mente y si me golpean, sangro como un ser humano normal. Pero no soy como los demás. He salvado en cinco minutos a una niña de una enfermedad terminal en la que agonizaba. He cambiado las leyes de los hombres en un suspiro. He mostrado mi descontento hacia el maltrato animal de tal forma, que los perros me vitorean por la calle. He ayudado a una aldea perdida en lo más hondo de una selva amazónica, a tener agua corriente e incluso mostré mi furia ante los actos del gobierno que retrocedió acobardado.
Si, yo soy esa persona a la que nadie conoce. Ese héroe anónimo que permanece en las sombras, pasando desapercibido hasta que la humanidad le necesita. Yo soy... un firmador profesional de las protestas en las redes sociales.
Sé que sin mi granito de arena, todo el mundo estaría sumido en el caos. Sin la constancia de mi nombre no llegaríamos a los siete millones de firmas para dar un chupete nuevo al tal Pedro Juárez de Tijuana. Sin mí, visionando las crueldades de la vida en esas fotos medio gore que posteo, correríamos el riesgo de olvidar por qué estamos luchando.
Vale, también para evitar que siete enanitos me electrocuten en una silla de goma por no pegar en mi muro la amenaza de turno. También consigo que me perdonen una mutación de la gonorrea mezclada con sífilis, si hago que treinta amigos también lo peguen. Y es que no hacerlo no es solo inmoral, es egoísta. Porque esa niña con dos cabezas, tres piernas que se comió al hermano mellizo cuando solo era un embrión y ahora sufre de indigestión severa estará mal lo que le resta de vida, por no firmar y que la empresa "Fulanito me la pela" le pague un tratamiento de belleza que le haga escupir su malvado almuerzo.
La imagen de esa niña seguro que me atormentará. A pesar de haber firmado para salvar a los siete gatitos de la perrera. Al bombero cuya cara estaba deformada tras salvar a las monjas de un orfanato. Por firmar un acuerdo en el que un panadero se comprometía cada mañana a alimentar a las cuatro millones de hormigas que tiene en el parque de enfrente y a mi vecino del quinto, que como no tiene amigos las cosas las firma él con distintos nombres y eso no vale. Eso es hacer trampa. Por eso han pinchado las cuatro ruedas de su coche, la lavadora le congela los calzoncillos y lo que es peor, cuando abre la nevera se le encoge la salchicha. Por eso también el armario del cuarto tiene termitas y los niños le insultan cuando va por la calle.
Pobre infeliz, que se creía que participando activamente en una ONG se libraría. Que cada dos meses va al hospital como voluntario para donar sangre y se encarga de cuidar a sus nietos los fines de semana y que así sus padres tengan algo de tiempo libre. Ese desgraciado que no firma para ayudarnos a mejorar la sociedad, que no cuelga noticias desgarradoras en su muro para que todos sean partícipes del abuso al que someten a un pobre gato con petardos en el culo o que no le da la gana de quedarse tranquilo en un sofá y se empeña en dar una opinión más allá de la que ofrecen los medios.
Es por la gente como él por la que lucho. Por la que doblo el número de cadenas en mis muros y mandó ochocientas cartas con amenazas de cerrar el washap si no informas a veinte amigos. Seguro que cuando los del Washap están contando los mensajes que habéis mandado les fastidia ver que os aviso. Que pongo de manifiesto sus perversas intenciones de cobrar los 99 céntimos que a veces cobran a algunas personas. Porque si tenéis veinte amigos a los que mandar el mensaje significa que podéis ir a buscarlos a la salida del trabajo y darles una paliza. Con diecinueve no, pero con veinte se acojonan.
Y eso que hay gente que no cree.Por eso yo siempre estoy ojo avizor esforzándome. Os protejo de vuestra ignorancia, porque necesitáis estar tranquilos. Porque el mundo necesita a los superhéroes como nunca los ha necesitado. Así que dale un me gusta a este enlace y ayúdame a salvar al mundo y... haceros amigos de mi vecino del quinto porfa.
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