Hoy a la hora de despertarme, he abierto los ojos con ganas de comerme el mundo pero al final, como no había nadie para acercármelo hasta la cama, me he tenido que levantar como todos los días y hacerme yo mismo el desayuno. Que pereza. Después, me he venido a mi ordenador para responder varios correos, examinar las distintas redes sociales y prepararme para mi querido blog cuando pasó todo.
Qué ¿qué pasó? Ahora os cuento, impacientes. Solo atajaré diciendo que tiene que ver con mi vecina del quinto. Si, esa vecina espectacular —o vecino en el caso de las féminas— que todos tenemos en el quinto, salvo aquellos que vivan en edificios con cuatro alturas, y que nos tiene trastornados. Si, esa vecina con la que coincides casi todos los días para comprar el pan cuando casualmente, llevas esperando hora y media en el portal a que salga de casa. La misma que si supiese lo que piensas, te denunciaría por imaginarla haciéndola cosas prohibidas en la mayoría de los países. ¿A qué sabéis de quién hablo?
Pues bien, allí estaba yo mirando por la ventana de mi casa mientras esperaba que llegase la inspiración cuando la vi. Justo acababa de despertarse y había subido la persiana para que entrase algo de luz en su cuarto. Lucía espectacular con la camiseta larga que usaba para dormir y que tapaba lo justo y necesario, para hacer que mi pecho tuviese el amago de un infarto.
Yo, enamorado hasta la médula de su silueta, seguí mirando en silencio hasta que un traidor, viendo que no eran los rayos de sol lo único que entraba en ese dormitorio, bajó la persiana y me dejó sin mi musa. ¿Os lo podéis creer? Que imbécil más antipático. Le vi acercarse en silencio cual verdugo frente a la guillotina y con la misma frialdad, dejó caer el objeto que acabaría con mis fantasías.
Maldito novio. Que digo novio, maldito bastardo suertudo que tiene la fortuna de saber los metros de aquel dormitorio sin tener que comprarse el telescopio que tengo en mi salón.
Y es que la vida no es justa. Por culpa de la marabunta de las agencias de publicidad que pueblan nuestra vida, nos hacen sentir que la soltería es una enfermedad a erradicar y nos obligan a buscar constantemente la compañía del otro género. Como si eso fuese a hacer nuestra vida más fácil. Además, por si eso fuese poco, con lo divertido que es el sexo ¿por qué tenemos que complicarlo con sentimientos? Yo os lo diré, porque somos tontos.
Sí, así de fácil. Somos tontos. Confundimos un “me gustas” con un “te quiero” un “Me caes bien” con un “te deseo”. Vamos que no podemos oír peor ni arrancándonos las orejas. Eso sin contar que ya ni sabemos lo que queremos… yo cuando salgo de fiesta y veo una chica que me gusta siempre me arriesgo lanzándome.
—Hola, eres preciosa. Me gustas. ¿Sabes que podríamos pasar la vida despertándonos juntos?
A lo que ellas suelen responder…
— No sé ni tu nombre ¿No crees que vas un poco demasiado rápido?
—Vale, lo entiendo. ¿Qué tal si empezamos pasando esta noche en tu cuarto y luego ya veremos?
Porque rectificar es de sabios y hacerlo pasando la noche en el cuarto de una desconocida que está como un tren... no tiene precio. Aunque bueno, eso es lujuria, no amor.
Amor, no es que tu compañera sentimental te encuentre en la cama con su mejor amiga y te diga “Espera, que yo también me uno”. Tampoco un diamante de ochocientos mil quilates en el que un pobre obrero se ha dejado la paga de navidad de los próximos cuarenta años. Amor, es esa extraña sensación en el pecho que te asfixia las ideas y te hace creer que lo más importante en la vida es gustarle a la otra persona. Es hacer locuras que no haríamos por nosotros mismos ni siquiera estando borrachos. Pero, ¿estáis seguros que es eso?
Yo no lo creo.
Entonces ¿Qué es el amor?
• Es un sentimiento que se podría confundir con una indigestión. Empiezas sintiéndolo en el estómago y casi siempre acaba revolviéndote las tripas.
• Es una confusión. Ni siquiera sabes lo que estás haciendo, cuando estás haciendo algo que has repetido mil veces.
• Es una negación. Sobre todo cuando mandas un mensaje que tu cerebro grita que no deberías estar mandando.
• Es un duelo. Donde cada vez que estás haciendo algo, te preguntas si no sería mejor hacer lo que tú quieres por una vez.
• Es fe. Ya que el “No me fio ni de mi padre” se sustituye por “´Él / ella jamás me haría eso”
• Es magia. Te pasas el día queriendo echar polvos.
• Es miedo. Donde la confianza en uno mismo, lucha a muerte contra los celos hacia cualquiera.
• Es paciencia. Sobre todo, la decimotercera vez que te encuentras tus cosas donde no deberían estar.
• Es un milagro. Ya que en cualquier otra circunstancia, mandarías a la porra a esa persona.
En definitiva, es un conjunto de situaciones y emociones que no tienen cabida ni en otra persona ni en cualquier otro momento. Así que opino, que a eso lo podemos llamar amor.
Ya sé lo que estaréis pensando ¿Y dónde queda la comprensión, el respeto mutuo, la tolerancia, el apoyo y todo eso? A lo que yo, con mucha educación, os respondería: creo que os habéis equivocado de entrada, esta trata sobre el amor, lo que describís va con cada individuo. Así que ojo con quién os enamoráis.
Un abrazo muy fuerte y saludos efusivos a todas esas vecinas del quinto.
jajaja me ha encantado
ResponderEliminarMuy bueno. Es un gustazo levantarse y comenzar el dia leyendote.
ResponderEliminarUn beso
perfecto como siempre jajaja y cuanta razon
ResponderEliminarHola!! llegué yop! a refutarte lo dicho sobre todo el final.
ResponderEliminarLo q has descrito al inicio es solo atracción, mariposeo del momento y ya, amor es todo lo anterior junto con lo q describes al final.
Así q pobre o afortunada vecina q solo tendrá el momento del escritor.
Saluditos y besos a las cotorras y otro gigante para ti.
Claaaaaroooo que lo del inicio es solo atracción ;-) al igual que en el quinto, solo vive un señor mayor al que le tengo mucho cariño je je je je :-)
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