La voz de la conciencia dormía tranquila esa mañana. El veneno de las palabras con las que cada día la juzgaba aún estaba en fase rem y no parecía que estuviese preparada para molestarla en un buen rato. Tener ese momento de paz interior era algo extraño y relajante; así que cuando Sara se puso en pie vislumbró lo que era sentirse bien por primera vez en mucho tiempo.
Al mirarse en el espejo, este, le devolvió una imagen de una chica escuálida y con ojeras de no haber dormido bien la noche anterior. El pelo negro enmarañado en un peinado imposible era algo con lo que tendría que luchar más tarde. Desnuda, tal y como estaba, se metió a la ducha para que el agua fría estimulase su cuerpo. Apoyó las manos contra la pared y se relajó mientras las caricias de la lluvia improvisada la limpiaban.