Hoy tengo uno de esos días raros, así que quién lea lo de abajo es bajo su propio riesgo.
Tras esta pequeña ausencia me encontré de nuevo entre estas líneas en blanco con mis dedos temblando. Esta tristeza, que tiene de rehén mi alegría, grita en un idioma incomprensible paralizándome. El alma rota en un pecho que tiene en su interior un corazón que baila la melodía del Titanic sin preocuparle no saber nadar entre este cúmulo de emociones que me embargan y me ahogan.
Es así, borracho, herido y cabizbajo, que vuelvo a las andadas de desnudar musas y regalarles caricias con una lengua hambrienta de su sexo. Esas jodidas cabronas que se encargan de darme la locura a la que me tienen adicto. Esas malditas que me hacen creer que las personas son un mundo lleno de esperanza, que me seducen con su risa y que con sus juegos me calientan. Yo, que siempre las tengo en mente, me niego en redondo a seguir siendo partícipe de sus triquiñuelas, sino satisfacen mi apetito por la vida.
Beberé mis lágrimas mezclándolas con sus gemidos, destrozaré mi imaginación fornicándolas contra las paredes de mis sueños. Lucharé contra los monstruos que pueblan mis fantasías, regodeado por el éxtasis de oír como gritan mi nombre mientras me ahondo en su interior y me abrazan, amándome a la par que me odian. Malditas por siempre, benditas para nunca, mancilladas por el corazón más ardiente que crearon con sus fantasmas, destrozando la belleza con una caricia que esconde un puñal.
Río mientras lloro, lloro mientras río. Porque os conozco. Porque sé que la ternura con la que me besáis es la maldición que me tiene atado a diez metros sobre el cielo, como se titulaba aquel libro, estirando mis brazos para construir un castillo en el aire, como decía la canción. Sin dejar de amarme, sin dejar de odiarme, regalándome aquello que siempre quise, negándome aquello que siempre soñé.
Vuestro esclavo se rebela, se quita sus cadenas y va a por vosotras con su espada viril enhiesta, dispuesto a vengarse y crear el erotismo perfecto con vuestros cuerpos imperfectos. Sentiré la vergüenza de un amor incompleto, mientras lágrimas de alegría vencen la tristeza de no ser más que una amante ocasional con el que desfogarse los fines de semana.
Vuestro amo os reclama, para que, de rodillas, vengáis suplicando por el placer de sentiros completas, mientras las palabras os acarician y mis besos encienden vuestra piel. Os haré mías mil veces, sin cansancio, mientras muerdo con lujuria esos senos llenos de magia por los cuales cambié mi cordura.
¿Qué puede temer aquel que solo tiene quimeras? Nada… Así que violadme mientras os follo, porque de ambas formas me habéis dejado jodido.
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